¿Cómo ha mejorado en México la ingeniería sísmica?
Los terremotos de 1985 y 2017 han sido tomados por la ingeniería mexicana como aprendizajes para mejorar las estructuras de los edificios del país.
México, un país situado en una de las zonas sísmicas más activas del mundo, ha enfrentado desafíos significativos en materia de construcción y seguridad estructural a lo largo de su historia.
Los terremotos de 1985 y 2017 en la Ciudad de México han sido catalizadores para la evolución de la ingeniería sísmica en el país, impulsando avances que no solo buscan salvaguardar vidas, sino también garantizar la funcionalidad de las edificaciones tras un evento sísmico.
Las construcciones y disciplinas que las hacen realidad aprenden del pasado y se actualizan de manera constante para prevenir el futuro.
El terremoto de 1985 como punto de inflexión
El devastador terremoto de 1985 marcó un antes y un después en la historia de la ingeniería sísmica mexicana. Este evento no solo dejó una huella imborrable en la memoria colectiva del país, sino que también expuso las vulnerabilidades de las estructuras existentes y las deficiencias en los códigos de construcción de la época.
“A raíz del sismo de 1985, hubo un detonante en cuanto a la investigación científica relacionado con los sismos, como contar con un mapa de regionalización sísmica, de cuyo análisis se establecieron parámetros para estudiar y conocer de mejor forma su comportamiento”, dijo Raúl Aguilar Becerril, miembro de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Geotécnica (SMIG) y de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica (SMIS) en un conversatorio del Colegio de Ingenieros Civiles de méxico.
Este mapa de regionalización sísmica es una herramienta que ha transformado la comprensión del riesgo sísmico en México. Aguilar Becerril explica que este mapa detallado permite identificar con precisión:
1. Las regiones con actividad sísmica más frecuente
2. Las zonas donde se liberan las mayores cantidades de energía sísmica
3. Las áreas donde prácticamente no se presentan sismos
La información resultante ha sido fundamental para la planificación urbana, el diseño estructural y la implementación de políticas de mitigación de riesgos en todo el país.
De la supervivencia a la funcionalidad
Uno de los cambios más significativos en la ingeniería sísmica mexicana ha sido la evolución de los objetivos de diseño estructural.
“Desde 1988 ha habido un cambio en la filosofía de diseño basado en el desempeño además de la normatividad, lo cual es un gran cambio en el parámetro estructural, pasando de un criterio de salvaguardar la vida, hasta mantener la operación y uso del edificio después de un sismo”, destaca Rodolfo Valles Mattox, miembro de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural (SMIE) y del Instituto Americano de Construcción en Acero (AISC).
Esto significa que ya no basta con que un edificio se mantenga en pie durante un terremoto; ahora se busca que las estructuras sean capaces de resistir el sismo con daños mínimos, permitiendo una rápida reanudación de las actividades normales.
Los beneficios son varios, ya que este enfoque permite reducir los costos económicos asociados con la recuperación post-sísmica, minimiza la interrupción de servicios esenciales y actividades económicas, así como mejora la resiliencia general de las comunidades frente a eventos sísmicos.
La revolución tecnológica en la ingeniería sísmica
El avance tecnológico ha sido un pilar fundamental en la mejora de las prácticas de ingeniería sísmica en México. “Hoy en día tenemos sistemas computacionales que nos permiten analizar cosas muy sofisticadas y mucho más precisas. Tenemos sistemas estructurales, de protección pasiva, de monitoreo, probados y al alcance de nosotros”, subraya Rodolfo Valles Mattox.
Estos avances tecnológicos han transformado radicalmente la forma en que se diseñan y evalúan las estructuras:
1. Modelado y simulación avanzados: Permiten predecir con mayor precisión el comportamiento de las estructuras bajo diferentes escenarios sísmicos.
2. Sistemas de protección pasiva: Como aisladores sísmicos y amortiguadores, que pueden reducir significativamente la energía sísmica transmitida a las estructuras.
3. Monitoreo en tiempo real: Sistemas que permiten evaluar la integridad estructural de los edificios de forma continua, facilitando el mantenimiento preventivo y la respuesta rápida ante eventos sísmicos.
“Vienen momentos muy emocionantes de la ingeniería, donde tienen que convivir las nuevas tecnologías con lo práctico.”
Rodolfo Valles Mattox
Lecciones del sismo de 2017: Nuevos desafíos y oportunidades
El terremoto de 2017 en la Ciudad de México proporcionó nuevas perspectivas sobre el comportamiento sísmico de las estructuras y el suelo. “A diferencia del terremoto de 1985, las zonas afectadas en 2017 fueron la zona llamada de transición, entre la zona de lomas y donde inicia la zona de lago”, dijo Raúl Aguilar.
Esta información ha llevado a una reevaluación de las estrategias de diseño sísmico, considerando con mayor detalle las características geológicas específicas de cada zona de la ciudad.
“El estudio del hundimiento regional del Valle de México permite hacer predicciones de lo que puede pasar en los próximos 50 años, siendo la zona oriente de la Ciudad de México la que puede presentar un escenario más desfavorable”, agregó el especialista.
Preparación y respuesta: El quehacer de la ingeniería tras un sismo
Reconociendo que la ingeniería sísmica va más allá del diseño y la construcción, el Colegio de Ingenieros Civiles de México (CICM) ha desarrollado un innovador Protocolo de Actuación Post-Sísmica, presentado este 19 de septiembre de 2024.
“Aunque la alerta sísmica es una herramienta fundamental, la respuesta ordenada y preparada de la población es determinante para minimizar los riesgos. Después de un sismo, las respuestas incluyen atención inmediata a las emergencias médicas y de asistencia, pero también acciones estratégicas como la revisión de la seguridad de las edificaciones”, explicó Mauricio Jessurun Solomou, presidente del Consejo Directivo del CICM.
El protocolo se activa cuando se registra una aceleración sísmica mayor o igual a 90 gals en al menos tres estaciones sísmicas. Sus cuatro fases incluyen:
1. Establecimiento de un centro de mando
2. Capacitación rápida y zonificación de daños
3. Despliegue de brigadas de inspección
4. Recopilación y análisis de datos para determinar la seguridad estructural
Un componente clave de este protocolo son las Brigadas de Inspección CICM, equipos multidisciplinarios de cinco miembros que realizan evaluaciones rápidas de edificios tras un sismo significativo. Estas brigadas están compuestas por profesionales capacitados, incluyendo ingenieros civiles, arquitectos y especialistas en estructuras.
En el sismo de 2017, el CICM organizó 35 brigadas con más de 700 voluntarios que inspeccionaron 2,500 estructuras.
El CICM hace un llamado a la comunidad profesional para unirse a estas brigadas, ofreciendo una plataforma de inscripción en línea.
Fuente: obras.expansion.mx